Stanley Milgram's Obedience Experiment
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A Matter of Obedience? (en español)

Learn about psychologist Stanley Milgram’s experiments on obedience and the insight they offer into the motives of Nazi perpetrators. This resource is in Spanish.
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This resource is intended for educators in the United States who are applying Spanish-language resources in the classroom.

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Spanish
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Asunto

  • History
  • The Holocaust

Obedience: The Milgram Experiment

This documentary describes the social science experiment known as The Milgram Experiment.

¿Cuestión de obediencia?

Tres décadas antes de que Christopher Browning completara su estudio sobre el Batallón Policial 101, un psicólogo de la Universidad de Yale llamado Stanley Milgram también trató de entender en mayor profundidad por qué tantas personas participaron en la brutalidad y los asesinatos masivos del Holocausto. 

En la década de los sesenta, Milgram realizó un experimento diseñado para “comprobar hasta dónde puede llegar una persona en una situación concreta y medible en la que se le ordene infligir cada vez más dolor a una víctima que se queja”. 1 Joseph Dimow fue una de las personas que, sin saberlo, participó en ese experimento. En 2004, describió la experiencia:

Como muchos otros en el área de New Haven, respondí a un anuncio que buscaba personas para el experimento y ofrecía cinco dólares, pagados por adelantado, para el viaje y el tiempo. En las instalaciones de Yale, conocí a un hombre... usaba una bata blanca y gafas con montura de carey. Me llevó a una habitación llena con una cantidad impresionante de equipos eléctricos. Me presentaron a un segundo hombre como otro sujeto del experimento, y a ambos nos dijeron que el experimento era para probar la creencia tan aceptada de que las personas aprenden mediante el castigo. En este caso, uno de nosotros era el “estudiante” y el otro el “maestro”. El maestro leería una lista de palabras emparejadas... y luego repetiría la primera palabra del par. Si el estudiante no respondía con la segunda palabra correcta, el maestro realizaría una descarga eléctrica “leve” al estudiante como castigo...

El “profesor universitario” dijo que sorteáramos quién de nosotros sería el estudiante. Le ofreció dos palillos al otro hombre [y] luego [el hombre] dijo que había sacado el palillo más corto y que sería el estudiante...

El estudiante, dijo el profesor universitario, estará en una habitación adjunta, fuera de mi vista y atado a una silla para que no pueda mover los brazos, de modo que no pudiera moverse demasiado y dañar los equipos o lastimarse. Yo debía sentarme frente a una consola marcada con una señal de color amarillo que indicaba “Descarga Leve” (15 voltios) y una de color púrpura que indicaba “Peligro: Descarga de mayor impacto (450 voltios). Las descargas se incrementarían en niveles de 15 voltios con cada respuesta incorrecta. 2

De hecho, el “estudiante” era un actor contratado por Milgram. Dimow, el “maestro”, era la persona a la que Milgram y su equipo estudiaban. Los científicos sociales Nestar Russel y Robert Gregory explican cómo se preparó el experimento:

Una vez iniciado el experimento, se le pide al participante [el “maestro”] realizar descargas de intensidad en aumento. En realidad, no se está produciendo ninguna descarga, aunque el participante no lo sabe. A medida que las “descargas” aumentan su intensidad, el dolor aparente que el estudiante experimenta también se vuelve cada vez más evidente mediante gritos y quejas (en realidad son grabaciones) procedentes de la parte de atrás de un muro que separa visualmente al maestro del estudiante. Por ejemplo, a los 120 voltios, se escucha decir al estudiante “¡Uf! ¡Hey, esto duele!”. Por lo general, los participantes expresan su preocupación por el bienestar del estudiante. Pero quien realiza el experimento sigue insistiendo, “el experimento requiere que siga”, “no tiene otra opción, debe continuar”. Dichas órdenes fueron diseñadas para generar una sensación de tensión, lo que Milgram llamó presión, en el participante. Si el participante continuaba obedeciendo estas órdenes que producían tensión hasta alcanzar el nivel de los 270 voltios, se escuchaba gritar al estudiante, en evidente agonía, “Déjenme salir de aquí. Déjenme salir de aquí. Déjenme salir de aquí. Déjenme salir. ¿Me escuchan? ¡Déjenme salir de aquí!”. Al nivel de los 300 voltios, el estudiante no responde la pregunta, en su lugar reacciona con gritos agónicos. Quien realiza el experimento ordena al participante que considere incorrectas las preguntas que no responda y que, en consecuencia, le aplique el siguiente nivel de descarga. Luego de que se administra la descarga de 330 voltios, el estudiante repentinamente queda en silencio. Al participante se le ordena de nuevo tratar cualquier pregunta sin responder como incorrecta, y continuar administrando descargas de más voltaje. Una vez el participante administra tres descargas consecutivas de 450 voltios, quien realiza el experimento detiene el proceso. 3

Tras completar una sesión del experimento, el equipo de Milgram revelaba al participante que lo habían engañado y traían al “estudiante” a la habitación para que el participante viera que no lo había lastimado. De cualquier modo, este engaño, en el que a la persona del experimento se le convence de creer que está lastimando a otra persona, hoy en día se considera poco ético. En el momento, cuando Milgram describió este experimento a un grupo de 39 psiquiatras, los psiquiatras predijeron que un participante entre 1,000 continuaría hasta administrar la descarga más severa, 450 voltios. En realidad, un 62.5 % lo hicieron. 

Variando la preparación de su experimento, Milgram observó una relación entre la distancia que separaba al maestro y al estudiante y la disposición del maestro a administrar descargas de mayor impacto. Cuando al maestro se le pedía que tocara al estudiante forzándole a poner la mano en la placa desde la que se realizaba la descarga, el 30 % de los maestros procedieron con la descarga de mayor impacto. Cuando el maestro no tocaba al estudiante pero se mantenía en la misma habitación, la obediencia para alcanzar el nivel máximo aumentaba al 40 %. Cuando los maestros se ubicaban en una habitación separada desde la que pudieran escuchar al estudiante, pero no verlo, la obediencia aumentaba hasta un 62.5 %. Cuando el estudiante no hablaba sino que solo golpeaba la pared para indicar su angustia, la obediencia aumentaba al 65 %. Cuando el maestro no podía ver ni escuchar al estudiante en absoluto, la obediencia alcanzaba casi el 100 %. 4 Milgram probó otras variaciones en las que la distancia entre quien realizaba el experimento y el maestro cambiaban. Encontró que, cuanto mayor era la distancia entre quien realizaba el experimento y el maestro, era menos probable que el maestro obedeciera. Milgram concluyó que el experimento forzaba al maestro a decidir entre dos situaciones estresantes: infligir dolor a otra persona y desobedecer la autoridad. La cercanía del estudiante y quien realizaba el experimento con el maestro afectaba la decisión del maestro: “Al obedecer, los participantes se preocupaban principalmente por aliviar su propia situación de estrés, en lugar de la del estudiante”. 5

Al interpretar las implicaciones de la investigación de Milgram, muchos, incluyendo el mismo Milgram, se centraron en el efecto de la cercanía física entre el perpetrador y la víctima en relación con la disposición de una persona para lastimar a otra. El sociólogo Zygmunt Bauman escribe: 

Es difícil lastimar a una persona con la que tenemos contacto. Es de algún modo, más fácil afligir con dolor a una persona que tan solo vemos a la distancia y es incluso más fácil en el caso de una persona a la que solo podemos escuchar. Por consiguiente, es bastante fácil ser cruel con una persona a quien no vemos ni escuchamos. 6

Pero otros que estudian el trabajo de Milgram argumentan que centrarse principalmente en la distancia física excluye otros factores importantes que el experimento sugiere. Russell y Gregory argumentan que la “distancia emocional” es un factor igualmente importante. En su análisis de los experimentos de Milgram, escriben:

Aunque... se elegía deliberadamente al estudiante como un hombre agradable de mediana edad y aunque muchos participantes expresaban fuertes preocupaciones sobre su aparente difícil situación, y resultaban aliviados al reconciliarse con él al final del experimento, él era un extraño para ellos. Milgram especuló que las tasas de obediencia podían haber sido incluso mayores si el estudiante se les hubiese presentado como “un brutal criminal o un pervertido”, pero las tasas de obediencia también podían haber sido mucho menores en general si el estudiante hubiese sido un querido miembro de la familia del participante, un amigo, o incluso un conocido. De modo que, Milgram confirmó lo que la mayoría sabe instintivamente, que es mucho más fácil maltratar a los demás si son extraños para la persona, incluso si son de culturas extranjeras y, particularmente, si formamos parte de un proceso de racionalización y autoengaño que sirve para deshumanizarlos. 7

Russell y Gregory también consideran que la forma en que se inflige el daño afectaría la disposición de las personas a hacerlo. En su análisis de los experimentos de Milgram, resaltan que el generador de descargas era un modo tecnológico e indirecto para que el maestro infligiera dolor; en la mayoría de variaciones, los maestros activaban un interruptor, en lugar de usar “fuerza física directa”. Russell y Gregory preguntan: “¿Qué tan lejos habrían llegado los participantes de Milgram si se les hubiese pedido que golpearan personalmente al estudiante con sus propias manos, objetos contundentes o látigos, hasta el punto de dejarlo inconsciente o incluso peor?” 8

Los experimentos de Milgram brindan información para ayudarnos a entender las decisiones y motivaciones de muchos de los que participaron en los programas nazis de persecución y asesinatos masivos. Pero muchos historiadores y científicos sociales que han estudiado el Holocausto dicen que el trabajo de Milgram no explica a cabalidad el comportamiento de los perpetradores en el Holocausto. Si bien muchos actuaron en respuesta a las órdenes de figuras de autoridad, algunos perpetradores decidieron ir más allá de las órdenes que se les daban. Otros decidieron actuar por su propio odio o su propio beneficio material sin que se lo pidieran. Incluso dentro del gobierno y ejército alemanes, los líderes y burócratas tomaron la iniciativa e idearon métodos creativos para alcanzar objetivos más amplios, no en cumplimiento de órdenes, sino en un intento por “trabajar para el Führer”. 

  • 1Stanley Milgram, Obedience to Authority: An Experimental View (New York: Harper & Row, 1974), 3–4.
  • 2Joseph Dimow, “Resisting Authority: A Personal Account of the Milgram Obedience Experiments”, Jewish Currents (enero de 2004), consultado el 18 de junio de 2016.
  • 3Nestar Russell y Robert Gregory, “Making the Undoable Doable: Milgram, the Holocaust, and Modern Government”, American Review of Public Administration 35, n.º 4 (4 de diciembre de 2005), 328–329.
  • 4Nestar Russell y Robert Gregory, “Making the Undoable Doable: Milgram, the Holocaust, and Modern Government”, American Review of Public Administration 35, n.º 4 (4 de diciembre de 2005), 330.
  • 5Nestar Russell y Robert Gregory, “Making the Undoable Doable: Milgram, the Holocaust, and Modern Government”, American Review of Public Administration 35, n.º 4 (4 de diciembre de 2005), 331.
  • 6Zygmunt Bauman, Modernity and the Holocaust (Hoboken, NJ: Wiley, 2013), 155.
  • 7Nestar Russell y Robert Gregory, “Making the Undoable Doable: Milgram, the Holocaust, and Modern Government”, American Review of Public Administration 35, n.º 4 (4 de diciembre de 2005), 332.
  • 8Nestar Russell y Robert Gregory, “Making the Undoable Doable: Milgram, the Holocaust, and Modern Government”, American Review of Public Administration 35, n.º 4 (4 de diciembre de 2005), 333–334.

Preguntas de contexto

  1. ¿Qué fomenta la obediencia? ¿Qué factores indican los experimentos de Milgram? ¿Qué factores omiten estos experimentos?
  2. ¿Cómo explican los experimentos de Milgram aspectos de las acciones de los perpetradores en el Holocausto? ¿Qué no pueden explicar los experimentos?
  3. ¿Qué situación causó la “sensación de tensión” en los participantes de los experimentos de Milgram? ¿Qué papel tuvo la distancia entre “el maestro” y “el estudiante” en la creación de esta sensación? ¿Qué papel tuvo la distancia entre “el maestro” y “quien realizaba el experimento” en la creación de esta sensación?
  4. ¿Cuál es la diferencia entre la distancia física y la distancia “emocional”? De acuerdo con Russell y Gregory, ¿qué diferencia podría suponer la distancia emocional entre “maestro” y “estudiante” en la disposición del “maestro” para lastimar al “estudiante”? ¿Qué puede haber creado la distancia emocional entre los perpetradores y la víctimas durante el Holocausto?
  5. El sociólogo Zygmunt Bauman escribe: “La lección más aterradora que nos dejó el Holocausto y lo que hemos aprendido de sus perpetradores no fue que “eso” nos lo podrían haber hecho a nosotros, sino la idea de que nosotros podríamos hacerlo”. 1  ¿Está de acuerdo con que todos tienen el potencial de convertirse en perpetradores? ¿Qué sugieren los experimentos de Milgram sobre los aspectos del comportamiento humano que podrían hacer posible que infligiéramos voluntariamente dolor a otros?
  6. Algunos de los que desempeñaron un papel en los asesinatos masivos durante el Holocausto luego trataron de explicar sus acciones diciendo que simplemente obedecían las órdenes de figuras de autoridad. El historiador Daniel Goldhagen advierte que este tipo de “obediencia ciega” no es explicación suficiente, porque excluye las extremas formas de antisemitismo que él considera motivó a los asesinos alemanes. Escribe que las personas únicamente obedecen órdenes que son consistentes con los valores y la moral que ya tienen. 2  ¿A qué se refiere? ¿Qué sugiere él sobre los valores morales y las creencias de los perpetradores, tales como los miembros del Batallón Policial 101? Con base en lo que aprendió hasta ahora, ¿está de acuerdo o en desacuerdo con Goldhagen? 
  • 1Zygmunt Bauman, Modernity and the Holocaust (Hoboken, NJ: Wiley, 2013), 152.
  • 2Daniel Goldhagen, Hitler's Willing Executioners: Ordinary Germans and the Holocaust (Londres: Knopf, 1996), 383.

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— Gabriela Calderon-Espinal, Bay Shore, NY